La defensa de la fe - Historia del Cristianismo - Justo L. Gonzalez

   El objetivo de esta serie de publicaciones es compartir fragmentos de mi lectura en el libro "Historia del Cristianismo, obra completa - Desde la era de los mártires hasta la era inconclusa" escrito por Justo L. González.



"Mi propósito no es lisonjearos [... ] sino requerir que juzguéis a los cristianos según el justo proceso de investigación." Justino Mártir

Durante todo el siglo segundo y buena parte del tercero no hubo una persecución sistemática contra los cristianos. Ser cristiano era ilícito; pero sólo se castigaba cuando por alguna razón los cristianos eran llevados ante los tribunales.

Algunos de los más hábiles pensadores y escritores entre los cristianos, a quienes se da el nombre de “apologistas”, es decir, defensores, han elaborado argumentaciones en pro de la fe cristiana algunas de las cuales, han seguido utilizándose en defensa de la fe a través de los siglos.

LAS ACUSACIONES CONTRA LOS CRISTIANOS
    
    LOS RUMORES POPULARES

Se basaban generalmente en algo que los paganos oían decir o veían hacer a los cristianos, y entonces lo interpretaban erróneamente. Por ejemplo, los cristianos se reunían todas las semanas para celebrar una comida a la que frecuentemente llamaban “fiesta de amor”. Esa comida era celebrada en privado, y sólo eran admitidos quienes habían sido iniciados en la fe, es decir, bautizados.

Ya que los cristianos se llamaban “hermanos” entre sí, y no escaseaban los casos de hombres y mujeres que decían estar casados con sus “hermanos” y “hermanas”. Se fueron tejiendo rumores cada vez más exagerados, y muchos llegaron a creer que los cristianos se reunían para celebrar una orgía en la que se daban uniones incestuosas.

En relación con la comunión surgió otro rumor. Como los cristianos hablaban de comer la carne de Cristo, y puesto que también hablaban del niño que había nacido en un pesebre, algunos entre los paganos llegaron a creer que lo que los cristianos hacían era que escondían un niño recién nacido dentro de un pan, y lo colocaban ante una persona que deseaba hacerse cristiana. Los cristianos entonces le ordenaban al neófito que cortara el pan, y luego devoraban el cuerpo todavía palpitante del niño. El neófito, que se había hecho partícipe de tal crimen, quedaba así comprometido a guardar el secreto.

Todas estas ideas —y otras muchas— que circulaban acerca de los cristianos eran a todas luces falsas, y para refutarlas los cristianos no tenían más que señalar hacia su propia vida y conducta, cuyos principios eran mucho más estrictos que los de los paganos.

    LAS ACUSACIONES DE LA CLASE CULTA

En general ellos consideraban que los cristianos eran gentes ignorantes cuyas doctrinas, predicadas bajo un barniz de sabiduría, eran en realidad necias y contradictorias.

"En algunas casas privadas nos encontramos con gente que trabaja con lana y con trapos, y a zapateros, es decir, a las gentes más incultas e ignorantes. Delante de los jefes de familia, esta gente no se atreve a decir palabra. Pero tan pronto como logran apartarse con los niños de la casa, o con algunas mujeres tan ignorantes como ellos, empiezan a decirles maravillas. [...] Los que de veras quieran saber la verdad, que dejen a sus maestros y a sus padres, y que vayan con las mujeres y los chiquillos a las habitaciones de las mujeres, o al taller del zapatero, o a la talabartería, y allí aprenderán la vida perfecta. Es así como estos cristianos encuentran quien les crea."  
(Orígenes, Contra Celso, 3:55).
    
"Si os queda un ápice de sabiduría o de vergüenza, dejad de investigar lo que sucede en las regiones celestiales, y los destinos y secretos del mundo. Basta con que miréis dónde ponéis los pies, sobre todo a gentes como vosotros, sin educación ni cultura, sino rústicas y rudas" (Octavio, 12).

La enemistad contra los cristianos, también tenía mucho que ver con prejuicios de clase. Las personas supuestamente refinadas no podían ver con buenos ojos que esa "gentuza", pobre e inculta, pretendiera conocer una verdad que ellas no conocían.

Las gentes cultas atacaban al cristianismo diciendo ante todo que era una religión de bárbaros. Buena parte de lo que los cristianos enseñaban no había sido descubierto por los griegos ni por los romanos, sino por el inculto pueblo judío, cuyos supuestos sabios nunca se elevaron a la altura de los filósofos griegos. 

Gentes como Celso, Frontón y otros se referían al Dios de los cristianos como ridículo. Debido a que mientras se le presentaba como omnipotente, ser supremo que se encuentra por encima de todo También se le presentaba como un ser curioso, que se involucraba en todos los asuntos humanos, que estaba en todas las casas viendo lo que se dice y hasta lo que se cocina. Consideraban concebir la divinidad así una sinrazón y se expresaba que tenía que ser omnipotente, por encima de todos los otros seres, y por tanto apartado de este mundo; o un ser curioso y entremetido, para quien las nimiedades humanas resultan interesantes.

Se consideraba que el culto cristiano destruía la fibra de la sociedad, debido a que quienes se hacían cristianos dejaban de participar de muchas actividades debido a que guardaban relación con cultos paganos. La argumentación de la gente culta era "si en verdad tales dioses no existen, ¿por qué temerles? ¿Por qué no participar de su culto junto a la gente sensata, aun cuando uno no crea en ellos?"

Respecto a Jesús, la gente culta señalaba que era un delincuente que había sido condenado por las autoridades romanas. Algunos personajes relevantes entre ellos como Celso, llegan a decir que era un hijo ilegítimo entre María y una autoridad romana. Argumentaban que si fue hijo de Dios ¿Por qué no evitó la cruz quitando la vida a sus verdugos? ¿por qué no desapareció de la presencia de sus asesinos?

¿De qué puede servir tal visita de Dios a la tierra? ¿Será quizá para averiguar lo que pasa entre los seres humanos? ¿No lo sabe él todo? ¿O será que lo sabe, pero no puede corregirlo si no viene él en persona a hacerlo? (Contra Celso, 4 2).

Una crítica adicional al cristianismo venía respecto a su fe y predicación respecto a la resurrección, ya que esto era lo que fortalecía ante el martirio. Se decía que no era sensato dejar esta vida segura, para aferrarse a otra supuestamente superior o en el mejor de los casos dudosa. 

Respecto a la enseñanza de la resurrección se argumentaba también: 

¿Cómo han de resucitar aquéllos cuyos cuerpos han sido destruidos por fuego, o devorados por los peces o las fieras? ¿Irá Dios por todo el mundo recogiendo y uniendo los pedazos de cada cuerpo? ¿Cómo se las arreglará Dios, en el caso de aquellas porciones de materia que han pertenecido primero a un cuerpo, y después a otro? ¿Se las adjudicará a su primer dueño? En tal caso, ¿quedará un hueco en el cuerpo resucitado del dueño posterior?

 Ante este tipo de cuestionamientos más elaborados, por parte de la gente culta, se hizo necesaria la adecuada argumentación llevada a cabo por parte de los apologistas. 

LOS PRINCIPALES APOLOGISTAS

Una de las obras de apología más famosa que haya llegado hasta nuestros tiempos es el Discurso a Diogneto, de autor anónimo, y datada de comienzos del siglo segundo. Sobre el año 138 se tiene registro de la apología de Arístides y también se encuentran las dos apologías de Justino Mártir y su diálogo con Trifón. Taciano escribe Discurso a los griegos, y Atenágoras escribe una Defensa de los Cristianos y un tratado sobre la resurrección de los muertos. 

Alrededor del año 180, el obispo de Antioquía, Teófilo, escribió Tres libros a Autólico, que trataban sobre la doctrina cristiana de Dios, la interpretación de las Escrituras, y la vida cristiana, tratando de refutar las objeciones de los paganos sobre cada uno de estos puntos.  

Todas estas obras son importantes porque es casi exclusivamente a través de ellas que conocemos los rumores y críticas de que los cristianos eran objeto, y también porque en ellas vemos a la iglesia enfrentándose por primera vez a la tarea de responder a la cultura que le rodea.

LA FE CRISTIANA Y LA CULTURA PAGANA

Debido a las acusaciones de barabaridad y falta de cultura los cristianos discutieron la relación entre su fe y la cultura pagana, los acuerdos generalmente aceptados eran los siguientes: 

  • Toda actividad relacionada con culto, sacrificios o juramentos a los dioses debe ser rechazada.
  • Los cristianos deben abstenerse de ser soldados porque eso los puede obligar a matar, además de ofrecer sacrificios a César y los dioses.
  • Los cristianos deberían abstenerse de estudiar letras clásicas porque en ellas se narraban supersticiones e incluso episodios de inmoralidad de los dioses. 
  • Para ser cristiano es necesario comprometerse a rendir culto solamente a Dios y a Jesucristo, cualquier otra acción sería equivalente a negar a Jesucristo.
 Había un acuerdo general respecto a la relación del cristiano y la idolatría, pero no respecto a la relación del cristiano y la cultura. Por ejemplo, no había acuerdo respecto a la obra y pensamiento de Platón, Aristóteles, y los estoicos. Esto dividió al cristianismo en el grupo de los que aceptaban la cultura y los que no.

“¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿O qué tiene que ver la Academia con la Iglesia?” -  Tertuliano 

"¿Cómo entonces se nos ha de pedir que honremos a tales dioses, si son a todas luces inferiores a nosotros?" - Taciano

Quienes estaban de acuerdo con la participación del Cristiano en la cultura apelaban a elementos como los siguientes:

  • Los mejores filósofos hablaron de un ser supremo que se encuentra por encima de los demás seres y al cual le deben su existencia. 
  • Sócrates y Platón hablaron de la vida más allá de la muerte física. 

"Lo que hay de cierto en los escritos de Platón, se debe a que el verbo de Dios —el mismo verbo que se ha encarnado en Jesucristo— se lo dio a conocer."  

ARGUMENTOS DE LOS APOLOGISTAS

    Contra la acusación de ateismo

Los cristianos respondían diciendo que, si ellos eran ateos, también lo habían sido algunos de los más famosos filósofos y poetas griegos. 

Taciano dice que toda la creación ha sido hecha por Dios por amor nuestro, y que por tanto es un error adorar a una parte cualquiera de esa creación. Y en el mismo sentido Atenágoras dice: “yo no adoro al instrumento, sino al que le presta la música”.

Varios de los apologistas les echan en cara a los paganos que sus dioses son hechura de manos, y hasta que hay algunos que tienen necesidad de guardias para protegerles de quienes de otro modo intentarían robarles. ¿Qué clase de dioses son éstos que necesitan que se les cuide? ¿Qué poder han de tener para cuidarnos a nosotros?

    Respecto a la resurrección

Los apologistas responden apelando a la omnipotencia divina. En efecto, si creemos que Dios ha hecho todos los cuerpos de la nada, ¿por qué no hemos de creer que pueda reconstruirlos de nuevo, aun después de muertos y corrompidos?

  Respecto a las acusaciones de inmoralidad

Los apologistas responden a la vez con una negativa rotunda y con una acusación contra el paganismo. ¿Cómo pensar que en nuestro culto se dan orgías y uniones ilícitas, cuando nuestros principios de conducta son tales que aun los malos pensamientos han de ser desechados? Son los paganos los que, sobre la base de lo que ellos mismos cuentan de sus dioses, y hasta a veces so pretexto de adorarles, cometen las más bajas inmoralidades.

    Respecto al canibalismo

¿cómo pensar que comemos niños, nosotros a quienes todo homicidio nos está prohibido? Son ustedes los paganos los que acostumbran dejar a los hijos indeseados expuestos a los elementos, para que allí perezcan de hambre y de frío.

    Respecto a las acusaciones de subversivos 

Los apologistas responden diciendo que, en efecto, se niegan a adorar al emperador o a cualquiera otra criatura; pero que a pesar de ello son súbditos leales del Imperio. Lo que el emperador necesita no es que se le adore, sino que se le sirva, y quienes mejor le sirven son quienes le ruegan al único Dios verdadero por el bienestar del Imperio y del César.

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Los apologistas dan testimonio de la tensión en que viven los cristianos de los primeros siglos. Al mismo tiempo que rechazan el paganismo, tienen que enfrentarse al hecho de que ese paganismo ha producido una cultura valiosa. Al tiempo que aceptan la verdad que encuentran en los filósofos, insisten en la superioridad de la revelación cristiana. Y al tiempo que se niegan a adorar al emperador, y ese mismo emperador les persigue, siguen orando por él y admirando la grandeza del Imperio Romano.

Los cristianos no se diferencian de los demás por su nacionalidad, por su lenguaje ni por sus costumbres [...] Viven en sus propios lugares, pero como transeúntes. Cumplen con todos sus deberes de ciudadanos, pero sufren como extranjeros. Dondequiera que estén encuentran su patria, pero su patria no está en ningún lugar [...] Se encuentran en la carne, pero no viven según la carne. Viven en la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Obedecen todas las leyes, pero viven por encima de lo que las leyes requieren. A todos aman, pero todos les persiguen. (Discurso a Diogneto, 5:1–11). 



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