La persecución en el siglo segundo
El objetivo de esta serie de publicaciones es compartir fragmentos de mi lectura en el libro "Historia del Cristianismo, obra completa - Desde la era de los mártires hasta la era inconclusa" escrito por Justo L. González.
Durante todo el siglo primero, al mismo tiempo que abundan las noticias de mártires, escasean los detalles acerca de su martirio."Estoy empezando a ser discípulo... El fuego y la cruz, muchedumbres de fieras, huesos quebrados [... ] todo he de aceptarlo, con tal que yo alcance a Jesucristo." Ignacio de Antioquía
Con el correr de los años, tales noticias se van haciendo cada vez más abundantes, y ya el siglo segundo va ofreciéndonos algunas. Estas noticias aparecen sobre todo bajo la forma de las llamadas “actas de los mártires” Las actas más antiguas constituyen uno de los mas preciosos e inspiradores documentos de la iglesia cristiana
“actas de los mártires”: consisten en descripciones más o menos detalladas de las condiciones bajo las que se produjeron los martirios, del arresto, encarcelamiento y juicio del mártir o mártires en cuestión, y por último de su muerte.
Hubo muchos que negaban ser cristianos, y otros que decían que, aunque lo habían sido anteriormente, ya no lo eran. Plinio sencillamente requirió de ellos que invocaran a los dioses, que adoraran al emperador ofreciendo vino e incienso ante su estatua, y que maldijeran a Cristo.“el contagio de esta superstición ha penetrado, no sólo en las ciudades, sino también en los pueblos y los campos”
“es imposible obligar a los verdaderos cristianos a hacer estas cosas”
Ignacio de Antioquía: el portador de Dios
Señor Dios soberano [...] te doy gracias, porque me has tenido por digno de este momento, para que, junto a tus mártires, yo pueda tener parte en el cáliz de Cristo. [...] Por ello [...] te bendigo y te glorifico. [...] Amén.
---------------------------------------------------------------------------------------
“viva, te venceré; y si me matas, en mi propia muerte te venceré todavía mejor”
El martirio de Justino
Justino, uno de los más distinguidos pensadores cristianos, tenía una escuela en Roma, donde enseñaba lo que él llamaba “la verdadera filosofía”, es decir, el cristianismo.
El filósofo cínico Crescente le retó a un debate del que el cristiano salió a todas luces vencedor, y al parecer Crescente tomó venganza acusando a su adversario ante los tribunales.
El juez trató de convencer a los cristianos acerca de la necedad de su fe. Pero Justino le contestó que, tras haber estudiado toda clase de doctrinas, había llegado a la conclusión de que la cristiana era la verdadera, y que por tanto no estaba dispuesto a abandonarla.
El juez les amenazó de muerte, ellos le contestaron que su más ardiente deseo era sufrir por amor de Jesucristo, y que por tanto si el juez les mataba les haría un gran favor. Ante tal respuesta, el prefecto ordenó que fueran llevados al lugar del suplicio, donde primero se les azotó y luego fueron decapitados.
La cárcel estaba tan llena de prisioneros, que muchos murieron asfixiados antes que los verdugos pudieran aplicarles la pena de muerte. Algunos de los que antes habían negado su fe, al ver a sus hermanos tan valerosos en medio de tantas pruebas, volvieron a su antigua confesión y murieron también como mártires.
HACIA EL FIN DEL SIGLO SEGUNDO
Marco Aurelio murió en el año 180, y le sucedió Cómodo, quien había gobernado juntamente con Marco Aurelio a partir del 172. Al parecer, la tempestad amainó bajo el nuevo emperador, aunque siempre continuaron los martirios esporádicos. A la muerte de Cómodo, siguió un período de guerra civil, y los cristianos gozaron de relativa paz.
A través de todo el siglo segundo la posición de los cristianos fue precaria. No siempre se les perseguía. Y muchas veces se les perseguía en unas regiones del Imperio y no en otras. Todo dependía de las circunstancias del momento y del lugar.
En particular, era cuestión de que hubiese o no quien les tuviese suficiente odio a los cristianos para delatarles ante los tribunales. Por tanto, la tarea de desmentir los rumores que circulaban acerca de los cristianos, y presentar la nueva fe del mejor modo posible, era cuestión de vida o muerte. A esa tarea se dedicaron algunos de los mejores pensadores con que la iglesia contaba.
Comentarios
Publicar un comentario